Mi amiguito El Piti.

«Mami enséñame el pudin»

Comensal desesperado.

“Pitillo” tenía el aprendizaje más lento del aula, lo escribo así por llevarlo bien, podía haber escrito de toda la escuela. “Piti” perdóname asere, pero necesito poner a los lectores en contexto. Lectores, “El Piti” era de tan lento aprendizaje que no podía dominar la tabla de los productos del uno.

—Mi niño, que seboruco tú me has salido. Eres un cangre de yuca sembra´ en Caibarién— así le decía siempre la maestra, de la cual no voy a revelar el nombre, porque a mí Niralda sí me trataba bien.

En una prueba de Historia de Cuba puso que la invasión a Occidente la hizo Antonio Maceo para derrotar al General Resoples. A Piti los profesores le reconocieron siempre que no faltó ni un solo día a la escuela y por eso siempre pasó de grado. Y yo, le reconozco que teniendo todo lo necesario para ser reggaetonero, decidió no serlo.

Mis resultados académicos hasta ese momento habían sido brillantes, por eso a Piti le gustaba estudiar siempre conmigo. Por eso y porque mi mamá nos preparaba pan con manteca de cerdo y sal en una tostadora de disco. El Piti no era tan lento ná. Yo no había tenido mucha connotación familiar debido a que mi familia siempre se caracterizó por la excelencia, modestia aparte. Modestia era mi tía abuela, en otro cuento les hablo de ella. 

En el pre universitario teníamos ya 18 años. Nos juntábamos en mi casa todos los sábados por la mañana a prepararnos para las pruebas de ingreso a la universidad y a comer pan tostado con manteca y sal. Sabía que él no aprobaría, pero él tenía más fe que el Papa y no faltaba nunca al estudio. Una mañana, mi hermana de cinco años veía e interactuaba con Dora la Exploradora en la TV. Dora tiraba sus preguntas educativas y mi hermana respondía. En un momento Dora dijo:

—A ver niños ¿ Qué necesitamos para cruzar el río ?¿ Una mochila, un puente ó una linterna ?

Piti se adelantó intencionalmente a mi hermana y gritó rápido y en voz alta.

—¡Un puente!

Acto seguido me miró y en un susurro de complicidad me dijo:

—Tu hermana es un poquito lenta.

Pitillo no aprobó ni una sola de las pruebas de ingreso, pero se hizo bachiller. El día de la graduación del pre se usaba que los compañeros del aula te escribieran en la camisa una dedicatoria. Piti me escribió: “Nos bolberemos a encontrar”. Tenía sus cositas ortográficas, pero tuvo razón. Nos “bolbimos” a encontrar unos años más tarde. Me fui a estudiar a la capital y él se fue a pasar el servicio militar. Ahí pretendía coger la Orden 18 y obtener una carrera universitaria. Y pasó el tiempo y pasó un águila por el mar…

8 años más tarde  estaba yo en La Isla de vacaciones y crucé la calle sin mirar y me atropelló un carretón de caballo desbocado. El choque fue brutal. Perdí la vista, el conocimiento, y la billetera. Cuando desperté estaba postrado, sin poder moverme, lleno de mangueras y aparatos por todos lados en una camilla en la sala de Urgencias. Me sentí a salvo porque escuché al doctor decir:

—Presión arterial 120 con 80. Frecuencia cardiaca 80 latidos por minutos… y no tiene obstrucción intestinal porque está cagao.

Cuando enfoqué la mirada me di cuenta, el doctor que me atendía era Pitillo. Me sonrió con complicidad y me dijo.

—Tranquilo que estás en buenas manos.