los van van

Los Van Van

ramicubaPublicado por

“¡Los diez millones van!”

Guarapo.

Me encontraba en la parada de G y 25 esperando el P2. A mi lado se pararon un hombre de unos 45 a 50 años, y un niño de 9 o 10. Eran padre e hijo, lo pude percibir a los pocos segundos de su llegada, cuando escuché al pionero preguntar:

—Papá, ¿qué cosa es kuniyuki?
—¿De dónde sacaste eso, hijo? ¿A qué niño de tu aula se le ocurrió esa palabra?
—A ninguno. Lo decía una canción de la Charanga Habanera que escuchaba la maestra mientras masticaba chicle, jugaba con el celular, se sacaba las cejas y se pintaba la cara, en el turno de Matemática.
—¿Cómo?— dijo el padre sorprendido.
—♫ a lo Kuniyuki, a lo Kuniyuki… todo está bien, todo está cuqui ♫… Así es como dice la canción.

Yo no quería escuchar, pero aquel niño tenía un vozarrón… y aunque los presentes hacíamos el caso del gato (omiso), no podíamos evitar ser parte de la conversación.

—¿A ti te gusta el reguetón?— volvía a preguntar el niño.
—No, a mí me gusta la música popular bailable.
—Mmm… ¿y quien canta esa música?
—Muchas agrupaciones tocan esa música: Adalberto Álvarez y su Son, Pupi y los que Son Son…
—¿Y José El Pillo?
—No, ese es un sonsón…— algunos en la parada reímos al escuchar la respuesta del padre, que continuó mencionando agrupaciones.
—…también están la Charanga Habanera y Los Van Van, que son los mejores.
—¿Entonces la Charanga Habanera no canta reguetón? Ño, que clases de reguetoneros se han perdido —

Quedamos pensativos, era un análisis crítico del cual Rufo Caballero estaría orgulloso.
La parada estaba cada vez más llena, ya era la hora de Tom Cruise, esa hora donde para montarse en el ómnibus hay que protagonizar una misión imposible.

Mi guagua se acercaba y me corrí unos 15 metros delante de la multitud, acomodé bien mi pantalón y estaba ya dispuesto a desafiar el 9:58 de Usain Bolt… pero no tuve la oportunidad, venía muy llena y nunca paró; así que volví a mi sitio anterior, cerca del muchacho de la pañoleta y su progenitor.

El debate ya era colectivo… Tú puedes hablar de todo o casi todo y nadie entrometerse, pero tienes que saber que si hablas de música o de béisbol en Cuba, la gente a tu alrededor hace suya la conversación.

Un intelectual, un deportista y hasta un policía tenían ya armado de manera simultánea todo un debate sobre música cubana y sus mejores exponentes. Y no me preguntes a mí de dónde salió tanta gente, yo solo me aparté unos segundos…

El policía iba de uniforme, así que era fácil de identificar, al igual que el deportista, que vestía un módulo Adidas y ya me había propuesto uno igual, pero nuevo y a precio de cochino enfermo. El que fue complicado reconocer fue el intelectual, porque como se veía, podía ser cualquier cosa… suerte que confesara él mismo, de una manera suave y pasional, su profesión. Porque nunca lo hubiera imaginado.

—Yo soy intelectual y amo a Silvio, su música es poesía…— le vi gesticular y le escuché decir mientras me acercaba a la parada nuevamente después de mi intento fallido de alcanzar la guagua.
—Entonces que se haga escritor… porque pa’ la música le falta el talento y le falta la guapería…— así respondía el deportista, y al mismo tiempo defendía con tremenda talla a Gente de Zona.
—Esos chamacos sí que la ponchan buena, con esa gente sí que se goza y se baila.
—Si lo que usted quiere e gozal y bailal, el mejor e Fabré, nagüe. Ese sí que e un caballo, arranca a la 12 de la madrugá y no telmina hata que cantan lo gallos— no sé si hablaba en latín o en arameo antiguo, pero así se lo escuche al policía.
—No hagas caso, pipo, los mejores son Los Van Van— decía el padre mientras lograba apartarse con el niño a un lado.

Las dos conversaciones continuaron de manera simultánea, y el murmullo era mayor, al igual que la cantidad de pasajeros que esperaban su gran momento. Yo quedé colocado donde al inicio, al lado del señor y su pequeño.

—¿Y qué canción cantan Los Van Van?— volvía al ataque el niño.
—Esa que dice: ♫ Vengo chapeándolo todo ♫
—¿Pero son músicos o chapeadores?— no pude evitar sonreír ante la ocurrencia—. ¿Y por qué se llaman Van Van?

El padre respondió al momento y con mucha energía, como quien se vanagloria. El brillo se notaba en sus ojos. Elevó su metal de voz para que le escuchara alguien más que su descendiente.

—Qué bueno que preguntas eso, porque mucha gente no lo sabe. Se llaman así porque en el año 1970 se hizo en nuestro país la Zafra de los 10 millones. Nuestro invicto Comandante nos dio la tarea de producir 10 millones de toneladas de azúcar. Eran millones de cubanos y millones de recursos destinados para lograr la meta. Teníamos como lema “Los 10 millones van… y de que van, van”.

Por eso se bautizó así el grupo. La gente iba al trabajo y después a bailar con Los Van Van. Bailando se enamoró mucha gente, entre ellos tú abuelo y tú abuela. Qué gran respuesta, y qué suerte la mía: ya podía irme a la cama, porque había aprendido algo nuevo.

—¿Y qué pasó con la zafra?— volvió al ataque el insolente. —¿Se lograron los 10 millones?

Toda la parada enmudeció: el intelectual, el policía, el deportista, el vendedor de maní, el amarillo y hasta Dios, si es que existe, pusieron su atención sobre aquel hombre. ¿Qué respuesta daría? Ya sabíamos dónde había nacido el amor que lo engendró, así que quedaba una parte inconclusa de la historia.
Y aquel hombre, padre, levantó la cabeza, y erguido, dio con voz de mando a su hijo la mejor respuesta.

—Presta mucha atención… Ahí viene nuestra guagua.

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